El Potlatch es un sistema de hechos y ritos que se conservó dentro de las instituciones célticas; sería lo que llamamos el sistema de concesión de dones.
Se encuentran ejemplos de Potlatch principalmente en las leyendas de la Tabla Redonda, donde existen varios episodios que comienzan del siguiente modo: un Caballero o Dama llegan a la Corte de Arturo, se presentan al Rey y le piden un don sin especificar cual. El Rey promete el don y debe cumplir lo prometido; normalmente se trata de un servicio aventurado o peligroso del Rey, o de un Caballero. Arturo es liberal y quiere conservar su reputación, por lo que acepta.
También se encuentran episodios parecidos en la literatura Irlandesa y Galesa: por ejemplo, en el Tochmarc Etaine (el Cortejo de etain), uno de los más bellos relatos Irlandeses. Etainn es la esposa de Mider, que se ha reencarnado y casado con el Rey Eochaid Airem. Un día, Mider llega a la Corte y propone una partida de fitched (parecido al ajedrez) a Eochaid. Este acepta y se cruzan las apuestas; Mider ofrece 50 caballos y el Rey ofrece todo lo que quiera su contrincante. El Rey pierde y Mider reclama a Etain. El Rey reclama una revancha, que se fija para el cabo de un año. Al cabo del mismo, Mider regresa puntualmente y, habiendo ganado de nuevo, se lleva a Etain al cabo de un mes.
En el Mabigonion aparece la historia de Pwyll, en un episodio parecido. Pwyll es el Dios del Inframundo, que va a casarse con Rhiannon. En medio del banquete aparece Gwalw, el Dios de la Luz. Pide un don y Pwyll acepta y Gwlaw reclama a Rhiannon. Aquí hay también una demora, pero esta vez al cabo de un año Pwyll aparece en las bodas de su rival y reclama un regalo. Se contenta con llenar un pequeño saco que lleva en la mano; es un saco mágico en el que todo cabe, incluido Gwalw, quien recibe una paliza.
El don supone una contrapartida; el don es obligatorio pero obliga también al solicitante. Todo el mundo que rodea al demandante y demandado se ve arrastrado a una ronda extraordinaria de regalos y servicios, en la cual cada uno lucha en generosidad y malicia, a menudo con las armas. Los torneos forman parte de este vasto sistema de competencia que se encuentra también en los cuentos Irlandeses agrupados en torno a Finn y el Ciclo de Leinster o el Ciclo Osiánico.
Pero el don, si depende de la voluntad del solicitado, no debe ser un don cualquiera. Debe ser proporcional a la condición social e incluso excederla; aquel que se enfrenta al reto de ser generoso o de poder serlo, responde al reto. Hay un tercer punto, que es la sanción de las obligaciones adquiridas: quien no mantiene sus compromisos queda mal ante los demás y pierde su rango; pierde su honor. Es lo que le dice Rhiannon a Pwyll cuando este vacila en mantener su promesa. La parte ofendida por el incumplimiento tiene derechos sobre su contrincante, sobre su libertad y su vida.
Estos temas usados y reflejados en romances y mitos correspondieron a prácticas reales, y algo de ello permaneció en todos los países célticos. En Irlanda, el homenaje se realiza por un intercambio de dones entre el superior y el inferior. El Jefe superior realiza un regalo llamado el tuarastal; la aceptación es signo de homenaje. El jefe inferior hace un donativo de ganado.
Pero por otro lado hay una puja en el intercambio de estos reglaos que se crea entre galos, britones e irlandeses. Toda Irlanda se vio sumergida en una espiral sin fin de préstamos obligatorios y de préstamos de ganado a interés de usuario que afectaban al estatus social de las personas, haciéndolas cambiar de rango. Esto es comprensible si entendemos la base social de la que surgen. Las sociedades a base de Clanes se dividen en grupos opuestos, pero unidos por el intercambio de mujeres de uno a otro clan; esta división es tan importante como la ley de exogamia. Con frecuencia los Clanes se hayan repartidos en dos grupos, sin duda los dos antiguos Clanes primarios que se designan con el nombre de fatrías. Las fatrías unidas entre sí por este intercambio de mujeres, están unidad además por otras prestaciones de servicios, tanto en la vida laica y cotidiana como en la vida mística, social y religiosa.
Los intercambios ceremoniales de regalos tienen tal importancia que llegan a constituir ocasiones de fiestas, creando pujas, desafíos, ostentación y competencia entre individuos y grupos…. Imaginemos estas sociedades reunidas en invierno, empleando buena parte de la mala estación en el intercambio de festines ostentosos, preparados con anticipación y en un continuo juego de ganancias y pérdidas que se saldan con valores sociales, consideración, rango…
De esta institución del Potlatch podemos encontrar vestigios en dos relatos célticos.
El Festín de Briccriu cuenta como éste personaje invita a su festín (Fled) al Rey Conchobar y los suyos. La fiesta transcurre en medio de competencias mezcladas con desafíos para tener la “parte del Héroe” entre los guerreros y las mujeres de los guerreros. Al fín, la preferencia recae en Cuchulaín y el grupo de Emain Macha.
También en los Mabigonion la historia de Kulhwch y de Olwen, hija del monstruo Yspadadden. Kulhwch se entera de que la mujer que tiene predestinada es Olwen. Se presenta en la Corte del Rey Arturo y le pide un don que le es concedido. Este don es unirse a los compañeros de Arturo; es entonces que Kulhwch se presenta ante Yspadadden, quien dicta sus condiciones para entregarle la mano de su hija: debe traerle unos objetos para la fiesta nupcial. Kulhwch los consigue y los entrega a Yspadadden; este se niega a entregar a su hija y Kulhwch le mata, casándose con Olwen.
Como podemos ver en las fuentes, incluso recopiladas tardíamente, de la literatura y derecho céltico, estas contienen de manera muy auténtica rasgos importantes del derecho e instituciones de un estado muy anterior al de las propias sociedades célticas. Posiblemente se rememoren características de una sociedad precéltica.
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